miércoles, 13 de octubre de 2010

Reproducción de las plantas

La aparición de las plantas en tierra firme requirió el desarrollo de semillas. En las plantas que se reproducen por semillas, el óvulo permanece dentro de la planta madre, para ser fecundado por un espermatozoide que puede proceder de esa misma planta o de otra.
El óvulo fecundado (cigoto) permanece en la planta madre hasta que se desarrolla en una semilla de envoltura dura, que entonces es liberada para producir una nueva planta. En ninguna parte de este proceso se requiere que el espermatozoide viaje por el agua.
Los granos de polen transportan el espermatozoide para las plantas de semilla. Dentro de esa materia que nos hace estornudar cada verano, hay espermatozoides que, si el polen se posa cerca del óvulo de la planta adecuada, fecundarán el óvulo y harán que la semilla empiece a desarrollarse.
Para propagarse, una planta tiene que hallar alguna forma de hacer llegar el polen al ovario. La forma más sencilla de hacer esto es la autopolinización: el polen se traslada del estambre al pistilo sin abandonar la flor. En la polinización cruzada, el polen de una planta distinta es la que fecunda el óvulo.
Este polen puede ser llevado de una a otra planta por el viento o por animales tales como las abejas o los colibríes. La polinización da como resultado la producción de frutos.
El fruto de cualquier planta de flor se desarrolla a partir del ovario fecundado. El fruto puede ser jugoso, como una pera, pero no necesita ser comestible desde un punto de vista humano. Tanto el plumón blanco del diente de león o esas cosas como helicópteros que caen de los arces son frutos en un sentido técnico.

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